Siesta
Ciudad del silencio en la siesta.
Después del cenit,
se adormecen las voces,
y los pasos presurosos de la calle,
de pronto, desaparecen.
Todo queda vacío,
las veredas que ensordecían
con su rumor urbano,
son corredores habitados de fantasmas
que se reflejan en las vidrieras.
Apariciones, peregrinos,
en la callada hora,
la de la indulgencia de los seres y las cosas,
ahora dormidas, esperando…
Gabriela Bayarri
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