Bienvenidos a Revista Asueto, un espacio de literatura, crítica y traducción, para disfrutar de poesía contemporánea, con autores cordobeses, argentinos y de Traslasierra. Desde Villa Dolores, Córdoba, Argentina.




viernes, 26 de febrero de 2010

LA ESPERANZA
Anoche nos reunimos en el Café Literario de Villa Dolores. Bajo un cielo nubaldo y fresco, hablamos de La Esperanza. Distintos autores nos dejaron sus versos memorables que fueron convocados, en la brisa de febrero para acompañar nuestras horas: Villiers de L'Isle Adam; Delmira Agustini, Alejandra Pizarnik, César Vallejo, Raúl Gustavo Aguirre, y Juan Gelaman, Luis Gruss y Horacio Goslino entre los contemporáneos. Seleccionao este texto de Raúl Gustavo Aguirre y otro de Eduardo Galeano.


El Que No Aprende Nunca

El que no aprende nunca toca el fuego
el que no aprende nunca da una mano,
el que no aprende nunca vuelve a andar.
El que no aprende nunca se golpea
contra una pared y con la otra
y después con la otra y con la otra
y sigue caminando.


Raúl Gustavo Aguirre (1927 - 1983)
La esperanza
"... para mí la esperanza es una cosa que tengo cuando me despierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando recibo el sol en la calle y que después de caminar un rato se me vuelve a caer por algún agujero del bolsillo. Y me digo: ¿Dónde quedó la esperanza? Y la busco y no la encuentro. Y entonces, aguzando el oído, la escucho ahí, croando como un sapito minúsculo, llamándome desde los pastos.
La tengo, la vuelvo a perder. A veces duermo con ella y a veces duermo solo. Pero yo nunca tuve una esperanza de receta, comprada en una tienda de corte y confección, una esperanza dogmática. Es una esperanza viva y, por lo tanto, no sólo está a salvo de la duda, sino que se alimenta de la duda".
Eduardo Galeano E. (1993). Diario "La República".

miércoles, 24 de febrero de 2010

Homenaje a Antonio Esteban Agüero



El pan de la abejas


(En memoria de Antonio Esteban Agüero, poeta.)


El pan de las abejas, la miel de todos,


Sopla el tiempo
sobre la galería de tu casa: nadie
sino la luz sorda, vacía,
entre pilares rotos.
Ni tu sombra, ni el rumor del poema


("El agua con racimos y la luz con abejas".
Patio sin parras. Seco aljibe.

Ayer,
la madre pasa con un plato de miel.


He visto las colmenas devastadas
y en el aire de marzo,
espacio azul,
el humo que subía desde los panales.


He visto al hombre enmascarado,
los torpes guantes,
y el pueblo de la brisa
y de la flor:
gota a gota,
los pequeños
cadáveres.


He visto al sapo gordo
saciado de saqueo.


Sopla el tiempo
desde la fresca sombra de las parras,
los cántaros, las flores. (El temblor
y la luz de las abejas.) Oigo
tu voz.

Un niño pasa con un plato de miel.


He visto las colmenas devastadas,
el humo por el aire de marzo.


Y he visto,
entre las ruinas y la sombra,
el pan hecho de sol;
quiero decir
lo sabes: vi tu muerte
y tu vida. (La galería rota
de tu casa, las páginas
doradas). Y mi vida
y mi muerte,
seguramente iguales.


Un hombre pasa con un plato de miel.


El pan de las abejas,
la miel de todos.
Alejandro Nicotra (Villa Dolores, Córdoba)

lunes, 22 de febrero de 2010

En este mes de febrero, homenajeamos a nuestro admirado poeta Antonio Esteban Agüero, al cumplirse 93 años de su natalicio. Obtuvo numerosos premios y fue un prolífico poeta y prosista que como ninguno retrató su paisaje, su gente y su país. Entre sus principales publicaciones se destacan: "Poemas lugareños" (1937), "Romancero Aldeano" (1938), "Pastorales" (1939), "Romancero de niños" (1946), "Cantatas del árbol" (1953), "Un hombre dice a su pequeño país" (1972), "Canciones para la voz humana" (1973) y "Poemas Inéditos" (1978). Recientemente, en 2009, la Nueva Editorial de la Universidad de San Luis, ha publicado sus obras completas. Numerosos escritores y críticos argentinos y extranjeros se han ocupado de la obra del poeta puntano: Juana de Ibarbouru, Fermín Silva Valdés, José Vasconcelos, Enrique Larreta, Ricardo Nervi, Abelardo Arias, Alejandro Nicotra, etc.


Digo la Mazamorra



La Mazamorra, ¿sabes?, es el pan de los pobres,
la leche de las madres con los senos vacíos,
- yo le beso las manos al Inca Viracocha
porque inventó el Maíz y enseñó su cultivo -.

Sobre una artesa viene para unir la familia,
saludada por viejos, festejada por niños,
allá donde las cabras remontan el silencio
y el hambre es una nube con las alas de trigo.

Todo es hermoso en ella: la mazorca madura,
que desgranan en noches de viento campesino,
el mortero y la moza con trenzas sobre el hombro
que entre los granos mezcla rubores y suspiros.

Si la prefieres perfecta busca un cuenco de barro,
y espésala con leves ademanes prolijos
del mecedor cortado de ramas de la higuera
que en el patio da sombra, benteveos, e higos.

Y agrégale una pizca de Ceniza de jume,
la planta que resume los desiertos salinos,
y deja que la llama le transmita su fuerza
hasta que asuma un tinte levemente ambarino.

Cuando la comes sientes que el Pueblo te acompaña
a lo largo de valles, por recodos de ríos,
entre las grandes rocas, debajo de cardones
que arañan con espinas el cristal del estío.

El Pueblo te acompaña cada vez que la comes,
llega a tu lado, ¿sabes?, se te pone al oído
y te murmura voces que suben a tu sangre
para romper la niebla del mortal egoísmo.

Porque eres uno y todos, comiendo el alimento
de todos, en la fiesta del almuerzo tranquilo;
la Mazamorra dulce que es el pan de los pobres,
y leche de las madres con los senos vacíos.

Cuando la comes sientes que la tierra es tu madre,
más que la anciana triste que espera en el camino
tu regreso del campo, la madre de tu madre,
- su cara es una piedra trabajada por siglos -.

Las ciudades ignoran su gusto americano,
y muchos ya no saben su sabor argentino,
pero ella será siempre lo que fue por el Inca:
nodriza de los pueblos en el páramo andino.

La noche en que fusilen canciones y poetas
por haber traicionado, por haber corrompido
la música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás a mi me salven estos versos que digo ...

Antonio Esteban Agüero (Merlo, San Luis, 1917-1970)

viernes, 19 de febrero de 2010

Adioses

Las despedidas quedan en la voz.

Cualquier pequeño abismo
-no encontrar una calle
un silencio en medio de una fiesta
un saludo evasivo-
reabre el desamparo.

Ella partió de nuevo esta tarde
y la lejanía se ahondó como un mar.

Crujían en el viento los árboles
de la Terminal de Ómnibus
moviendo pájaros
como pañuelos.

Los adioses son pedazos
de piel
que se pegan para siempre
en la garganta.

Cuando ella regrese
mis palabras de bienvenida
irremediablemente
estarán despidiéndola.

Osvaldo Guevara (Villa Dolores, Córdoba)

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mispoetascontemporaneos: Poema de Carlos Carbone

Mispoetascontemporaneos: Poema de Carlos Carbone
Esta semana publicamos poesía que nos llega con aires del sur: Jorge Giallorenzi y Julia Guzmán andan por la vida juntos dejando volar sus versos...agradecemos su poesía que compartimos con nuestros lectores. Además, los versos de Osvaldo Guevara (integrante de Asueto), uno de los poetas más trascendentes de Córdoba y de hispanoamérica, cuya obra no ha recibido todavía la difusión que merecería.

Finalmente llega la llovizna, piensa
mientras prepara el café
de la mañana.
El inesperado revoloteo
de los pájaros enjaulados
la perturba.
Revuelve las palabras
que el azúcar no endulza.
Mira el abismo dentro de la taza
y le asusta, una vez más,
el no saber qué hacer
frente al abismo.

Julia Guzmán (Córdoba, Argentina)

lunes, 15 de febrero de 2010

Ella mira

Ella mira

de reojo
y con recelo
el aroma a mentol
que domina la escena.

Está sola.

Es el puente levadizo
antes que llegue
él
con sus botines petroleros
traspirados de madrugadas.

Jorge Giallorenzi (Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina)

viernes, 12 de febrero de 2010

Banderas

“Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
(Salvador Allende)

Yo digo que los compañeros muertos
no se han ido.
Están aquí, al evocarlos.
Digo que sus sonidos ausentes, sus voces,
las convicciones de esos soñadores,
se escuchan todavía.
Que ni los años, ni el olvido
los han borrado.
Digo que quedaron sus huesos sepultados
pero que nadie los ha podido enterrar.

Sus espíritus, su lucha, está viva,
En las lágrimas de una madre o de una abuela
reside la fuerza inescrutable del dolor alzando una bandera,
que los hace estar vivos todavía.

Y son las bocas abiertas, crepitantes,
con las gargantas ardientes que piden justicia,
y no se pueden silenciar.
Y son los ojos que estallan en lluvia
cuando se nombra al desaparecido,
al que han fusilado.
Y las manos, las manos que se alzan y se abren
sosteniendo la libertad en blanco y negro,
empuñando una pancarta, con esas manos,
plagadas de historias, las de los dedos abiertos apuntando arriba, como fusiles.
Allí quedaron ellos, y nosotros aquí,
quebrados,
ante tanto coraje.

Gabriela Bayarri

Después de ver “La memoria obstinada” sobre caída de Salvador Allende.
A fines del verano
crece marzo.
Los empleados municipales
construyen a Momo
de paja seca
enlazada con mimbres
y lo tensan en cruz.
Sobre una enorme rueda
girará para su muerte
en la estación de trenes.

¿Qué hará Momo por nosotros,
qué obtendremos al castigarlo?

No otorgará salud.
No prometerá el agua.
No cubrirá nuestros campos
de trigo.
Pero lo han decidido
hace mucho.

Y asistimos.

Susana Cabuchi, "Detrás de las máscaras"

jueves, 11 de febrero de 2010

Digo la tonada

El idioma nos vino con las naves,
sobre arcabuces y metal de espada,
cabalgando la muerte y destruyendo
la memoria y el quipo del Amauta;
fue contienda también la del Idioma,
dura guerra también, sorda batalla,
entre un bando de oscuros ruiseñores
con su pico de sierpe acorazada
y zorzales y tímidas bumbunas
que la voz y la sangre circulaban
del abuelo diaguita o michilingue
con persistencia de remota llama;
rotas fueron las voces ancestrales,
perseguidas, mordidas, martilladas
por un loco rencor sobre la boca
del hombre inerme y la mujer violada.
Y el Idioma triunfó, los ruiseñores
de Castilla vencieron, la calandria
cuya voz era tierra, barro nuestro,
son y zumo de tierra americana
de repente calló cuando los hierros
agrios del odio en su dolor de fragua
le marcaron el pecho que gemía
y segaron la luz de su garganta...
Pero la lucha prosiguió en la sombra,
una guerra de acentos y palabras,
de fugitivas voces y vocablos
con las venas sangrantes que buscaban
refugiarse en la frente o esconderse
en la nocturna claridad del alma
perdiendo expresión y contenido,
la sonora raíz, la leve gracia,
el poder bautismal y la semilla
para ser sólo la sutil fragancia
que nos sella la voz con el anillo
popular y común de la tonada:
Yo entrecierro los ojos y la escucho
venir y llegar hasta mi almohada
como un largo rumor de caracola,
como memoria de mujer descalza,
como llega la música en la brisa
si la brisa es arroyo de guitarra;
y la siento volar en la tertulia
de labio en labio, mariposa mansa,
suave cuerda que vibra, quena sorda,
o fugaz sugerencia de campana;
y la escucho en la voz que me despierta
con el mate y su luz en la mañana
cuando el sol es un padre que nos dona
el reciente verdor de la esperanza;
y la escucho en un niño que transita
por el sendero que trazó la cabra
y me grita: ¡Buen día! y me conforta
con la sonrisa de su alegre cara;
de repente la siento que rodea
mi corazón como una mano blanda
si la voz de la madre o de la esposa
se florece con íntimas palabras;
alguna noche la escuché en Rosario
en la voz de una joven que pasaba
y eso sólo bastó para que viera
amanecer los cerros del Conlara;
y otra noche la oía en Buenos Aires,
en muchedumbre de no se qué plaza,
sobre un grito vibrante que decía
titulares de prensa cuotidiana;
cómo es dulce sentirla cuando llega
desde una boca de mujer besada
con el "sí" suspirado que promete
una cálida rosa para el ansia;
y la escucho sonar entre los niños
de un pueblecito que se dice Larca
mientras mueven las manos en el juego
escolar y rural de la payana;
y la siento rezar en el velorio,
y saltar en el arco de la taba,
y volverse puñal en el insulto
y suspirar en la recién casada.
Dondequiera que esté yo la escucho
y tras ella regreso a la comarca
donde soy una piedra, una semilla,
una nube y un pájaro que canta...
No tenemos bandera que nos cubra
tremolando en el aire de la plaza,
ni canción que nos diga entre los pueblos
cuando suene el clarín, y la proclama
desanude las últimas cadenas
y destruya el alambre y la muralla,
pero tenemos esta luz secreta,
esta música nuestra soterrada,
este leve clamor, esta cadencia,
este cuño solar, esta venganza,
este oscuro puñal inadvertido
este perfil oral, esta campana,
este mágico son que nos describe,
esta flor en la voz: nuestra Tonada.

Antonio Esteban Agüero (Merlo, San Luis, 1917)

Nació en Piedra Blanca (San Luis) el 7 de Febrero de 1917 ...http://server-enjpp.unsl.edu.ar/website/baea/baea-new.html?p=11&url=1

De octubre

Hoy lo sé;
hace veinticinco años he muerto.
Había sido en la vida
posible soñar, era el mañana
un algo que no es hoy, que dista de esto.
Yo sé que fue usted el que robó una estrella
para inscribirla en su frente, para que algo
brillara entre los hombres.
Este hoy es un día
luminoso de Octubre.
(Apenas si se alivia el viejo cielo
de tanto y manso azul, claro, extendido).
Nada era igual por esos años
de fines del sesenta.
Mirándonos, trajeron
los diarios a sus ojos.
(No eran ojos, no; eran mirada).
Ojos de tierra, casi abiertos, tan fijos.
No sabíamos, entonces, que su muerte
sería el anticipo de esta otra
forma de morir que es el nosotros.
Hoy lo sé.
Busco entre mis cosas lo que queda,
urgo viejos cajones, mil bolsillos.
Le confieso, en todo nada encuentro.

Julio Castellanos (Córdoba, 1947), de "Cercanías".

miércoles, 10 de febrero de 2010



He puesto madera
en la casita de tu vientre.
La puse con tierra furia.
Ayer me enteraste
que la madera
te está creciendo y te palpita.
Tengo sobrados motivos para sostener
que el dios con mayúscula que buscaba
soy yo
yo mismo en traje
en carne y hueso,
no obstante los indicios
de mi calvicie prematura.

He puesto madera
en la casita de tu vientre
y la madera está creciendo.
Indudablemente
soy Dios.

(Lo que digo no es un decir.
Es la más pura verdad.
Dios anda suelto.
Hay que tener cuidado con él,
porque es medio
totalmente loco).


De "El último padre"

Rodolfo Braceli (1940, Mendoza, Argentina)